miércoles, 5 de noviembre de 2008

Mordiendo pedazos.

Arrugado, viejo, y rayado, así está el calendario, que con suerte es de este año, así está, tachado con diversos colores que implican un mundo de posibilidades, encuentros y obsesiones. Los días se han consumido lentamente a fuego, dolorosamente como se queman mis notas de cuaderno que nunca llegaron más allá del tercer capítulo; infructuosas oportunidades de construir alguna historia coherente, pero el lápiz se resiste a escribir, no puedo con ello.

Inconstante, imprecisa, amoldable, así son las historias, así es la burbuja que hay debajo de mis pies, a veces olvido que es tan frágil, ha aguantado tanto que es difícil entender el por qué… piso y piso el borde, sé que no es segura, sé que romperá alguna vez, pero aun así me aferro a ella, simplemente, lentamente, amablemente, a veces con furia, otras veces con mis uñas.

Las noches son difíciles si en vez de ovejas comienzo a contar los puntos del día, y cuando logro acceder al mundo de los sueños sólo aparecen abejas, grandes arañas y desconocidos. Hay tanto que leer, tanto que saber, aun así me quedo quieta, inerte, esperando…contando, restando…las palabras se me escapan.

Necesito segundos, necesito sumar, necesito aire, necesito mar, necesito verde…y necesito…tengo ideas, tengo fijaciones, tengo cambios, tengo dagas, tengo cosas que ni sé donde guardar...y ya llegó otro día para marcar, tal vez con un color distinto, una marca nueva, un suceso banal, una oportunidad…

viernes, 10 de octubre de 2008

Resto

Ya me gasté la cuota de palabras sensatas de este año, perdí en mi bolsillo la moneda de la cordura y lamentablemente sucumbí ante la sed de los estímulos del recuerdo.

Mis botas están gastadas por aquel movimiento incesante de mi talón, mi estómago reclama cada vez que lo invito a remediar aquellas mordaces jaquecas, esas malditas visitas inesperadas que llegan súbitamente, sin invitación personal, pero se tardan en marchar.

Los últimos días mi frente disfruta de aquellos bultos de agua que brotan en la tardes, mi bolso ya no tiene fondo de tanto guardar esperanzas y fotografías; sueño con aromas, texturas que están más allá de los alcances de mi piel; tomó café que no me gusta, mis muelas me duelen por acallar las palabras nocturnas, y se me cae el pelo mientras sigo mirando aquella letra.

Inhalo, exhalo, y sigo esperando…

lunes, 22 de septiembre de 2008

Tropiezos sin prosa

Si entonces ya no estás, si entonces no vuelves,
Si ya recoges los pedazos del pasado,
Y olvidas los nombres de aquellas personas,
Si coges el tiempo y arruinas tu suerte,
Puedes decir que se ha acabado el tiempo.

Contigo o sin ti, se irán las hojas de otoño,
La sangre en la alfombra no tendrá nombre ni recuerdo,
Olvidaremos el día en que diste tu primer abrazo,
Olvidaremos tus risas y tus espacios,
Pero no olvidaremos cuando cerraste tus ojos.

El tiempo regresa cada noche que la lluvia moja nuestros cabellos,
Aun duelen los pedazos de vidrios azules pegados a tus contornos,
Tu música no puede contenerse, se va con cada ola del mar imaginado,
Cada tiempo, cada año se derriten lentamente las velas,
Tu casa se ha quemado, tus hijos han muerto,
¿Qué quedará? …ya nadie recuerda...

jueves, 12 de junio de 2008

Zapatos Negros

Domingo. Sensación corporal intensa de frío, 4 grados, o menos; olor a humo, pasos cansados y silencio incómodo. Varios apresuran sus pasos para llegar a casa, o a diferentes lugares. Nadie mira a los ojos, solo encienden las luces en su propio camino…De pronto, en la fría calzada se muestran un par de abandonados zapatos roñosos que impiden el paso, algunos desvían el obstáculo, otros se preguntan quién será su de propietario. Zapatos negros de hombre, oscuros, roídos, desgastados… suceso sin importancia.

Mientras pasan minutos de frío intenso, se escuchan pasos, pitazos, insultos, toses,…él camina porque se siente incómodo en la calle, llena de seres desconocidos, sólo quiere dormir, ya que sus hombros le pesan, sus piernas le duelen, y una incipiente jaqueca se hace notar.

De pronto, al pasar rápidamente por una calle, se detiene a ver algo anormal. En el suelo, al borde de una puerta de un local, está tumbado un hombre de edad, macizo, posiblemente un vagabundo. Sin zapatos. Sigue caminando, y vuelve atrás para observar más a fondo la imagen, con un afán tal vez algo morboso, pero se detiene. Y a la vez que detiene su vista en ese hombre descalzo, que esconde su rostro bajo su desdeñada cabellera, pasan y pasan rápidamente alrededor del suceso miles de personas, algunos observan con una risa disimulada, tal vez pensando que es un simple borracho, otros miran con horror, incluso asco, otros transitan tranquilamente evitando la vista del lugar de los hechos.

Se han consumido dos minutos, dos minutos de indecisión, han pasado por aquel frío lugar por lo menos unas veinte personas, y Andrés sigue ahí observando, indeciso, preso de una inquietud desconocida, sin poder decidirse a hacer nada….Pasan otros segundos, hasta que él se detiene a mirar la escena y de pronto nota que los pies de aquel viejo hombre están extrañamente rígidos, levantados del cuerpo que yace boca abajo…duda, está nervioso, observa lentamente y ve que el cuerpo está rodeado de un extraño fluido de tono café…sigue mirando con resquemor, y mientras su corazón palpita rápidamente, no había reparado en un pequeño detalle: en la manilla de la puerta del local está amarrado un cinturón, fuertemente tensado…¡mierda!….el cinturón terminaba su cruel recorrido en el cuello de aquel hombre sin rostro.

Preso de sensaciones desafortunadas, Andrés alcanzó a digitar tres números y llamó a Carabineros, dándole la dirección del aterrador y repugnante suceso. Y mientras Andrés hablaba por teléfono, seguían pasando muchas personas, pero, a su pesar, él era el único que se encontraba junto a ese hombre.

Habiendo llamado, Andrés sintió miedo y decepción, sólo quiso arrancar y se fue a su hogar…Y aun pasadas algunas horas seguía pensando en los zapatos abandonados, el viejo vagabundo…no teniendo la certeza si Carabineros asistiría al lugar, no sabiendo si a alguien más le iba a importar ese hombre descalzo.

A la memoria del hombre sin rostro y sin zapatos.

viernes, 21 de marzo de 2008

Ana y Mía

Ana y Mía, flagelos ardientes, son rosas venenosas que hipnotizan tus sentidos con su perfume, el perfume de la muerte. Te invitan a recorrerlas, a acariciarlas, a amarlas, te seducen lentamente, te envuelven con sus raíces, con sus suaves velos de seda, te brindan sus miradas, con promesas que brotan de sus suaves y rojizos labios, promesas que inspiran el más dulce feliz de la existencia, promesas que te agitan, palabras que acrecientan tus ganas de vivir, invitaciones indefensas, propuestas que te llevan al exilio de sus pies, que quiebran la voluntad y te hacen olvidar…

Ana te toma de la mano, Mía también te invita, tú sabes a quién seguir, tú sabes lo que necesitas, sabes que también puedes caminar con ambas, aceptando un pasaje en primera clase a un abismo sin principios, pero variados finales….

Ana te guía, te observa, te libera, te esconde, te aplasta, junto a ella sientes frío, soledad, pero también felicidad, por Ana vives, duermes, mientes, conquistas, sucumbes, revientas, pero a pesar de estos inconvenientes, mayor es el amor que tienes para ella. Vives con ella, te dice que te alejes, prefieres dejar todo por ella…Ana te hace sonreír, pero también carcome tu sonrisa, Ana te invita a extasiar, pero también consume tus energías, por ella te escondes, se pierde tu mirada, el brillo de tu silencio, la suavidad de tu piel…

Mía te seduce con la pasión que anhelas, Mía te libera, Mía consume tu tiempo, mía te hace sonrojar, te hace disfrutar, pero también te pide que vacíes tus ambiciones, un contrato peligroso, que te lleva a evitar las miradas, Mía te aleja de tus amores, Mía te roba tu respiración, te halaga, pero olvidas, te borras, te hace no existir….

Amigas peligrosas, enemigas furiosas, dulce condena… ¿Cuál eliges?

Promesas delicadas, tú eliges…morir sola o morir junto a ellas….

Peligrosa perfección.

(Historia de Ana y Mía: Anorexia y Bulimia)

miércoles, 12 de marzo de 2008

María

María ya no podía soportar su cuerpo a los 30 años, le pesaban sus piernas, le cansaba caminar, le costaba respirar; cada nuevo día era un desafío anormal, una especie de reto de supervivencia. A ella le gustaba la soledad, tenía hábitos poco comunes: no le gustaba conversar, le aburría leer y pensar en un futuro la hacía deprimirse aun más. Pensaba en las personas como una tropa de guerreros que año a año le hacían la vida más difícil, le carcomían las ideas, y no valoraban su imaginación. El mundo era una oscuridad misteriosa y temible, no quería salir a la calle, ni mucho menos tomar sol o encontrarse con la lluvia en pleno invierno.

María sufría, sufría ante la burla de la gente, no era una chica agraciada, y su entono más cercano, incluso aquellos extraños guerreros que se encontraban en las calles de la ciudad se lo hacían saber. Esta mujer no se aceptaba, no aceptaba su piel, ni su cara, ni su cabello; sentía las burlas de la gente, se sentía estúpida y sin sentido.

Las noches eran eternas, pero sólo en el mundo de su amplia imaginación ella podía descansar, olvidarse por un momento que todo aspecto de la vida había sido destinado para complicarle su existir. Nada estaba hecho para ella, nada satisfacía sus exigencias; se aburría eternamente, no soportaba su olor ni sabor, y sí era muy imperfecta. Casi nadie la valoraba, no se destacaba en nada y todo lo que hacía era para que algún lejano día fuera reconocida por los demás. La comida era su enemiga fundamental, su imagen era el fantasma que la perseguía, su incomodidad frente a otros y la extrema inseguridad se convertían en su pesadilla día tras día.

No sabía que decir porque creía no encontrar las palabras exactas para expresarse, las palabras huían de su razón, pero sus sentimientos la acorralaban como un feroz león. Deseaba no haber nacido, tal como la habría convencido su fatal madre en su temprana infancia. La ropa la incomodaba, no le agradaba vestirse, no quería sentirse observada. Algunos quisimos quererla, demostrarle sus logros, entregarle cariño, pero esto era imposible ya que ella no se dejaba tocar por nadie, y cuando nos acercábamos se escondía en su terrible soledad y desaparecía por días…

Como vivía sola, cada año, escogía sus más ruinosas maletas y viajaba. Nunca supimos cuál fue su destino, ya que no compartía con nadie sus planes de trotamundo, sólo sabíamos que había vuelto a su hogar cuando pintaba la fachada de su casa con coloretes extravagantes, traídos del mismo infierno a nuestro parecer. Pensábamos que lo hacía para evitar nuestras visitas, o incluso para alejar a los ladrones, carteros, vendedores, testigos de “Jebús”, entre otros tantos seres indeseables para ella.

Un día, después de muchos años de su ausencia supimos que se había casado, nunca conocimos su marido; por ahí contaban que probablemente lo había asesinado y enterrado en su patio, digno caso para un capítulo de “Mea Culpa”, pero esto era sólo un rumor, aunque en ocasiones reflexionábamos en esta micro-historia más de cinco segundos, porque había que reconocer que María sí que era una mujer muy violenta y descontrolada. Su violencia era tan extrema que en sus ciclos más agudos no había tranquilizante que pudiera mitigar su furia animal. Eran tan graves aquellos episodios que más de alguno de nosotros lleva consigo alguna cicatriz-recuerdo de sus descontroles sobrenaturales.

Un día, para su cumpleaños, organizamos una reunión para saludarla, fuimos a su casa y usamos la llave de emergencia ya que nadie atendía la puerta. Entramos y nos absorbió el alma un olor pestilente que provenía de su putrefacto cuerpo que yacía en su cama, rodeado de pétalos de calas negras, y de libros usados. Los forenses nunca pudieron determinar la causa de muerte…Nosotros, hasta el día de hoy pensamos que María murió de soledad, sobrepasada por su tristeza y sus defectos… por fin pudo huir de su mayor enemigo, huir de sí misma…

miércoles, 13 de febrero de 2008

La última Gota


Y era el fin, lo había decidido, habían tantas palabras en su cabeza que no tenían orden, tantos problemas que no tenían origen, tantas razones perdidas en su caja de los recuerdos; la ropa la incomodaba, así que lentamente se desnudó para sentir su piel sin barreras ni incomodidades, se lavó la cara y se quitó el maquillaje, se sentó en la alfombra y recordó, recordó mucho, demasiado para poder soportarlo, y lloró, lentamente, por horas, no sintió como los minutos se consumían, no sintió el frío, no sintió el calor de la mañana que entraba por el ventanal de su habitación, ya no podía sentir nada.

Cuando despertó se miró en el espejo y lo quebró, ya no podía soportar aquella imagen que la había acompañado por años, se soltó las amarras de su cabello, aquel cabello mestizo, tan largo como su vida, tan lleno de pesares y lamentos…deseó agua, pero estaba tan cansada que nuevamente se recostó, en su cama, desnuda, sintiendo la textura de terciopelo de sus sábanas…

Horas más tarde se levantó, tomó algunas pinturas y comenzó a dibujar en un gran papel…dibujó una figura tan triste, tan inimaginable que se sintió agradecida por entender por fin de qué se trataba ese maldito dolor que habitaba por años su cuerpo, sus ganas y su corazón…

En la oscuridad del dormitorio vio algo que brillaba a lo lejos, lo tomó y como si aquel objeto fuera un lápiz sin tinta, lo abrazó con fuerza y los deslizó entre sus manos, presionando más fuerte en sus delgadas muñecas, haciendo que ese lápiz figurado se llenara de una tinta roja, una tinta que no se detenía y que daba los últimos toques a ese triste dibujo que posaba en el suelo…primero cayó el lápiz, la tinta roja y tibia no paraba de llenar esa habitación, y luego cayó esa mujer, lentamente, como había sentido pasar su vida…se sintió cansada, aun tenía mucha sed, sus ojos almendrados se cerraron lentamente, poniendo fin a su obra maestra…

A lo lejos se sienten unos pasos fuertes en la escalera, vienen por ella, ya llegaron…