Ya me gasté la cuota de palabras sensatas de este año, perdí en mi bolsillo la moneda de la cordura y lamentablemente sucumbí ante la sed de los estímulos del recuerdo.
Mis botas están gastadas por aquel movimiento incesante de mi talón, mi estómago reclama cada vez que lo invito a remediar aquellas mordaces jaquecas, esas malditas visitas inesperadas que llegan súbitamente, sin invitación personal, pero se tardan en marchar.
Los últimos días mi frente disfruta de aquellos bultos de agua que brotan en la tardes, mi bolso ya no tiene fondo de tanto guardar esperanzas y fotografías; sueño con aromas, texturas que están más allá de los alcances de mi piel; tomó café que no me gusta, mis muelas me duelen por acallar las palabras nocturnas, y se me cae el pelo mientras sigo mirando aquella letra.
Inhalo, exhalo, y sigo esperando…
viernes, 10 de octubre de 2008
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1 comentario:
Bien dicho.
Esas palabras nocturnas que uno no dice, pero sabe que están ahí. Sólo resta tomar aire y seguir respirando.
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