- A veces las cosas no salen bien, no resultan. – Suspira y se aprieta las manos con aire desinteresado, como muchos días, como muchos años.
Eso dijo él la última vez que lo ví, lo susurró en voz baja y miró lejos, más allá. Palabras sencillas, pero que hoy gritan con fuerza, retumban continuamente, vuelven a visitarme los mismos días, a la misma hora, como si hubiera un reloj con un plan oculto detrás de esto. Esas palabras eran para una historia anónima, sin tiempo y sin importancia, sin embargo fueron el presagio de muchas cosas que vendrían estos años.
Desde ese entonces los días se hacen lentos y pesados, sin novedades que apilar con curiosidad. Había que tomar un camino, y como no tenía a cuestas un mapa ni mayor consejo decidí por el sendero mejor iluminado. Sumo cobardías y necesidades, sumo dolores, pero seguridad, sumo tristezas y letras. Hay horas en que no hago nada, pero hasta sin mover un dedo soy capaz de originar mis propios huracanes cercanos, lejanos, internos, fugaces.
Hablo poco, cada día resto sonidos a mi boca, pequeña, seca por el calor, pero que oculta unas garras venenosas. He tomado muchas veces mis maletas, más de las veces en que realmente las he necesitado; sólo han sido eso, intenciones, deseos, pero sigo girando en mi eje personal. Tengo la habilidad ingeniosamente dolorosa de perder amigos, puede ser necesaria, pero cuando el número de bajas se torna inconscientemente inmanejable, sólo ahí la respiración cambia y pierdo de vista lo actual.
Me cuestiono, busco razones, pero las soluciones tediosamente conocidas las dejo perderse en mi Triángulo de Bermudas personal. Una de mis cualidades antagonistas es que me aburro en tiempo récord, dejando de lado mis preferencias íntimas, reemplazando melodías, personas, lugares y escenarios borrosos. No obstante cuando se trata de desechar lo que deja cicatrices y papeles rotos, caigo en estados de catalepsia consciente.
A lo lejos se oyen los murmullos de un anunciador de circo. Se supone que debería cambiar el tiempo, según la creencia meteorológica de la Abuela, mas el sol entra avasallante por el espacio de aquellas antiguas cortinas. La casa está vacía, fría, pero no hace falta que el tiempo cambie para sentir un invierno interno. Me siento como una oruga que vuelve a su refugio y se asegura con espadas y catapultas que los enemigos se alejen, espantando a la vez las posibilidades de comida, abrigo y soles.
Tengo asuntos pendientes, y aunque viviera mil años seguirían postergados, pero las falsas casualidades se encargan de que los recuerde ocasionalmente. Anoche dejé de respirar y desperté ahogada, sintiendo bolas enormes que cerraban mi garganta con fuerza. Las pesadillas se hacen frecuentes, distintas temáticas, mismas caras, igual dolor y miedo. Y cada jueves, cada viernes, sumo y resto y escucho nuevamente “a veces las cosas no salen bien, no resultan”. Sí, así es…
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1 comentario:
estos textos tuyos que dejas "como si" fueran extractos de vidas de personas me dejan medio kué. Aún así, supongo que siempre hay algo de uno en lo que se escribe, la cuestión es cuánto. Y como te decía, estos relatos no son recomendables cuando uno anda en modalidad loser por la vida.
=)
Alejandro.
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